joi, 30 decembrie 2010

Viceversa (Mario Benedetti)


Tengo miedo de verte
necesidad de verte
esperanza de verte
desazones de verte

tengo ganas de hallarte
preocupación de hallarte
certidumbre de hallarte
pobres dudas de hallarte

tengo urgencia de oírte
alegría de oírte
buena suerte de oírte
y temores de oírte

o sea
resumiendo
estoy jodido

. . . . . . . . . . . y radiante
quizá más lo primero
que lo segundo
y también

. . . .. . . . . viceversa.

marți, 28 decembrie 2010

Elegía (Carilda Oliver Labra)


Los besos se me han vuelto telarañas,
la casa se ha venido abajo,
se derrumba;
ya está rota
aunque tiembla entre gajos y vitrales.

Abierta como madre
la aluden los crepúsculos;
es un desierto borrado por mis pies
que no siguen a nadie.
He claveteado estas persianas
para que no examinen la agonía,
el polvo es mi señor.

Sepultada
por gatos y papeles
jamás sospecharán que vivo.

Futuro (Julio Cortázar)


Y se muy bien que no estarás.
No estarás en la calle
en el murmullo que brota de la noche
de los postes de alumbrado,
ni en el gesto de elegir el menú,
ni en la sonrisa que alivia los completos en los subtes
ni en los libros prestados,
ni en el hasta mañana.
No estarás en mis sueños,
en el destino original de mis palabras,
ni en una cifra telefónica estarás,
o en el color de un par de guantes
o una blusa.
Me enojaré
amor mío
sin que sea por ti,
y compraré bombones
pero no para ti,
me pararé en la esquina
a la que no vendrás
y diré las cosas que sé decir
y comeré las cosas que sé comer
y soñaré los sueños que se sueñan.
Y se muy bien que no estarás
ni aquí dentro de la cárcel donde te retengo,
ni allí afuera
en ese río de calles y de puentes.
No estarás para nada,
no serás mi recuerdo
y cuando piense en ti
pensaré un pensamiento
que oscuramente trata de acordarse de ti.

vineri, 10 decembrie 2010

Amor feliz (Wislawa Szymborska)


Un amor feliz. ¿Es normal,
serio, útil?
¿Qué saca el mundo de dos personas
...que no ven el mundo?

Encumbrados hacia sí mismos sin mérito alguno,
dos al azar entre un millón, pero seguros
de que así tenía que ocurrir. ¿Como premio de qué?, de nada;
la luz llega desde ninguna parte.
¿Por qué cae precisamente sobre ellos y no cae sobre otros?
¿Ofende eso a la justicia? Así es.
¿Viola principios cuidadosamente almacenados, derriba
de su cima a la moral? Viola y derriba.

Mirad qué felices:
¡si disimularan aunque fuera un poco,
si fingieran aflicción para animar a los amigos!
Escuchad cómo ríen. Es insultante.
Qué lenguaje utilizan, aparentemente comprensible.
Y esas ceremonias suyas, esas celebraciones,
sus rebuscadas obligaciones de unos para con otros,
¡parece una conspiración a espaldas de la humanidad!

Resulta incluso difícil prever qué sucedería
si pudiera cundir su ejemplo.
Qué podrían hacer religiones, poesías;
qué se recordaría, qué se abandonaría,
quién querría permanecer en el círculo.

Un amor feliz. ¿Es necesario?
El tacto y el sentido común nos obligan a callar al respecto
como si de un escándalo en las altas esferas de la Vida se tratara.
Espléndidos bebés nacen sin su ayuda.
Nunca podría poblar la tierra,
no es, que digamos, muy frecuente.

Que la gente que no conoce un amor feliz
afirme que no existe un amor feliz en ningún sitio.

Con esa creencia les será más llevadero vivir, y también morir.

vineri, 15 octombrie 2010

Alocución Pagana (Francisco Brines)


¿Es que, acaso, estimáis que por creer
en la immortalidad,
os tendrá que ser dada?
Es obra de la fe, del egoísmo
o la desolación.
Y si existe, no importa no haber creído en ella:
respuestas ignorantes son todas las humanas
si a la muerte interroga.

Seguid con vuestros ritos fastuosos, ofrendas a los dioses,
o grandes monumentos funerarios,
las cálidas plegarias, vuestra esperanza ciega.
O aceptad el vacío que vendrá,
en donde ni siquiera soplará un viento estéril.
Lo que habrá de venir será de todos,
pues no hay merecimiento en el nacer
y nada justifica nuestra muerte.


De "Aún no", Barcelona, Llibres de Sinera, 1971.

El llanto es nuestro (León Felipe)


Españoles:
el llanto es nuestro
y la tragedia también,
como el agua y el trueno de las nubes.
Se ha muerto un pueblo
pero no se ha muerto el hombre.
Porque aún existe el llanto,
el hombre está aquí en pie,
en pie con su congoja al hombro,
con su congoja antigua, original y eterna,
con su tesoro infinito
para comprar el misterio del mundo,
el silencio de los dioses
y el reino de la luz.
Toda la luz de la tierra
la verá un día el hombre
por la ventana de una lágrima...
Españoles,
españoles del éxodo y del llanto:
levantad la cabeza
y no me miréis con ceño
porque yo no soy el que canta la destrucción
sino la esperanza.

sâmbătă, 25 septembrie 2010

Renuncias a tus nombres... (Pura Salceda)


Renuncias a tus nombres,
te borras,
desaparece toda huella de ti,
de lo que fuiste.
Tierra quemada
que alimenta tristezas
en la garganta de la noche.

Y un pájaro gris

..............................te sobrevuela.




(de Mares online, Ed. Sial, 2008)


Imagen: Carl Warner

vineri, 24 septembrie 2010

Blues de la furgoneta azul y de la furgoneta roja (Felipe Benítez Reyes)


Soñaba a menudo con ella.

Su color era azul en esos sueños.

Cuando tuve dinero suficiente
para poder comprarla,
la única que había en el negocio
de ocasión de Charlie Cotton
era del color rojo, el de la sangre.

“Espero que no sea ningún augurio”,
me dije –porque soy supersticioso.

Ahora, cuando voy por ahí
en mi furgoneta color rojo de sangre,
sueño con mi soñada furgoneta azul.

Porque la vida es eso:
soñar con una furgoneta de color azulado
y acabar conduciendo,
por una carretera desconocida,
una furgoneta tan roja
que parece una herida en el desierto.

joi, 16 septembrie 2010

Elegía para decirme (Carilda Oliver)


Yo le recuerdo aquí: donde me duele
el color que le trajo a mi esperanza;
y le recuerdo aquí porque soy triste
y ya no puedo echarme entre sus lágrimas.

¿Qué corazón saldría de este insomnio
si yo supiera ser una muchacha;
si no me pareciera tanto a mis ojeras,
ni a esta tarde de invierno, así doblada!

Pero me acuerdo aquí de que anda lejos
el que vivió a la vuelta de mi espalda.
Me acuerdo de su nombre perezoso
que casi no quería ser palabra.
Me acuerdo de su risa mal abierta
riñéndole por dentro a la mirada,
y de su frente que crecía;
y de su voz inútil como el alba
y de un secreto que quedó inconcluso
aquel domingo en que amó la nada.

¿Qué corazón saldría de este insomnio
si yo supiera ser una muchacha!
Pero me duele aquí, donde me canso,
aquel hombre agobiado por crisálidas.
Pero me duele aquí, donde soy sola,
esta verdad metida entre dos alas.
Qué corazón saldría de este insomnio...

Pero soy todo el blanco que se acaba,
y no me porto bien con la alegría
por lo que traigo al sur de mi garganta.

vineri, 10 septembrie 2010

Últimos días de una casa (Dulce María Loynaz)


A mi más hermana que prima,
Nena A. de Echeverría


No sé por qué se ha hecho desde hace tantos días
este extraño silencio:
silencio sin perfiles, sin aristas,
que me penetra como un agua sorda.
Como marea en vilo por la luna,
el silencio me cubre lentamente.

Me siento sumergida en él, pegada
su baba a mis paredes;
y nada puedo hacer para arrancármelo,
para salir a flote y respirar
de nuevo el aire vivo,
lleno de sol, de polen, de zumbidos.

Nadie puede decir
que he sido yo una casa silenciosa;
por el contrario, a muchos muchas veces
rasgué la seda pálida del sueño
-el nocturno capullo en que se envuelven-,
con mi piano crecido en la alta noche,
las risas y los cantos de los jóvenes
y aquella efervescencia de la vida
que ha borbotado siempre en mis ventanas
como en los ojos de
las mujeres enamoradas.

No me han faltado, claro está, días en blanco.
Sí, días sin palabras que decir
en que hasta el leve roce de una hoja
pudo sonar mil veces aumentado
con una resonancia de tambores.
Pero el silencio era distinto entonces:
era un silencio con sabor humano.

Quiero decir que provenía de "ellos",
los que dentro de mí partían el pan;
de ellos o de algo suyo, como la propia ausencia,
una ausencia cargada de regresos,
porque pese a sus pies, yendo y viniendo,
yo los sentía siempre
unidos a mí por alguna
cuerda invisible,
íntimamente maternal, nutricia.

Y es que el hombre, aunque no lo sepa,
unido está a su casa poco menos
que el molusco a su concha.
No se quiebra esta unión sin que algo muera
en la casa, en el hombre... O en los dos.

Decía que he tenido
también mis días silenciosos:
era cuando los míos marchaban de viaje,
y cuando no marcharon también... Aquel verano
-¡cómo lo he recordado siempre!-
en que se nos murió
la mayor de las niñas de difteria.

Ya no se mueren niños de difteria;
pero en mi tiempo -bien lo sé...-
algunos se morían todavía.
Acaso Ana María fue la última,
con su pelito rubio y aquel nido
de ruiseñores lentamente desmigajado en su garganta...

Esto pasó en mi tiempo; ya no pasa.
Puedo hablar de mi tiempo melancólicamente,
como las personas que empiezan
a envejecer, pues en verdad
soy ya una casa vieja.

Soy una casa vieja, lo comprendo.
Poco a poco -sumida en estupor-
he visto desaparecer
a casi todas mis hermanas,
y en su lugar alzarse a las intrusas,
poderosos los flancos,
alta y desafiadora la cerviz.

Una a una, a su turno,
ellas me han ido rodeando
a manera de ejército victorioso que invade
los antiguos espacios de verdura,
desencaja los árboles, las verjas,
pisotea las flores.

Es triste confesarlo,
pero me siento ya su prisionera,
extranjera en mi propio reino,
desposeída de los bienes que siempre fueron míos.
No hay para mí camino que no tropiece con sus muros;
no hay cielo que sus muros no recorten.

Haciendo de él, botín de guerra,
las nuevas estructuras se han repartido mi paisaje:
del sol apenas me dejaron
una ración minúscula,
y desde que llegara la primera
puso en fuga la orquesta de los pájaros.

Cuando me hicieron, yo veía el mar.
Lo veía naturalmente,
cerca de mí, como un amigo;
y nos saludábamos todas
las mañanas de Dios al salir juntos
de la noche, que entonces
era la única que conseguía
poner entre él y yo su cuerpo alígero,
palpitante de lunas y rocíos.

Y aun a través de ella, yo sabía
adivinar el mar;
puede decir que me lo respiraba
en el relente azul, y que seguía
teniéndolo, durmiendo al lado suyo
como la esposa al lado del esposo.

Ahora, hace ya mucho tiempo
que he perdido también el mar.
Perdí su compañía, su presencia,
su olor, que era distinto al de las flores,
y acaso percibía sólo yo.

Perdí hasta su memoria. No recuerdo
por dónde el sol se le ponía.
No acierto si era malva o era púrpura
el tinte de sus aguas vesperales,
ni si alciones de plata le volaban
sobre la cresta de sus olas... No recuerdo, no sé...
Yo, que le deshojaba los crepúsculos,
igual que pétalos de rosas.

Tal vez el mar no exista ya tampoco.
O lo hayan cambiado de lugar.
O de sustancia. Y todo: el mar, el aire,
los jardines, los pájaros,
se haya vuelto también de piedra gris,
de cemento sin nombre.

Cemento perforado.
El mundo se nos hace de cemento.
Cemento perforado es una casa.
Y el mundo es ya pequeño, sin que nadie lo entienda,
para hombres que viven, sin embargo,
en aquellos sus mínimos taladros,
hechos con arte que se llama nueva,
pero que yo olvidé de puro vieja,
cuando la abeja fabricaba miel
y el hormiguero, huérfano de sol,
me horadaba el jardín.

Ni aun para morirse
espacio hay en esas casas nuevas;
y si alguien muere, todos tienen prisa
por sacarlo y llevarlo a otras mansiones
labradas sólo para eso:
acomodar los muertos
de cada día.

Tampoco nadie nace en ellas.
No diré que el espacio ande por medio;
mas lo cierto es que hay casas de nacer,
al igual que recintos destinados
a recibir la muerte colectiva.

Esto me hace pensar con la nostalgia
que le aprendí a los hombres mismos,
que en lo adelante
no se verá ninguna de nosotras
-como se vieron tantas en mi época-
condecoradas con la noble tarja
de mármol o de bronce,
cáliz de nuestra voz diciendo al mundo
que nos naciera allí un tribuno antiguo,
un sabio con el alma y la barba de armiño,
un héroe amado de los dioses.

No fui yo ciertamente
de aquellas que alcanzaron tal honor,
porque las gentes que yo vi nacer
en verdad fueron siempre demasiado felices;
y ya se sabe, no es posible
serlo tanto y ser también otras
hermosas cosas.

Sin embargo, recuerdo
que cuando sucedió lo de la niña,
el padre se escondía
para llorar y escribir versos...
Serían versos sin rigor de talla,
cuajados sólo para darle
caminos a la pena...

Por cierto que la otra
mañana, cuando
sacaron el bargueño grande,
volcando las gavetas por el suelo,
me pareció verlos volar
con las facturas viejas
y los retratos de parientes
desconocidos y difuntos.

Me pareció. No estoy segura.
Y pienso ahora, porque es de pensar,
en esa extraña fuga de los muebles:
el sofá de los novios, el piano de la abuela
y el gran espejo con dorado marco
donde los viejos se miraron jóvenes,
guardando todavía sus imágenes
bajo un formol de luces melancólicas.

No ha sido simplemente un trasiego de muebles.
Otras veces también se los llevaron
-nunca el piano, el espejo-,
pero era sólo por cambiar aquéllos
por otros más modernos y lujosos.
Ahora han sido todos arrasados
de sus huecos, los huecos donde algunos
habían echado ya raíces...
Y digo esto por lo que dolieron
los últimos tirones;
y por las manchas como sajaduras
que dejaron en suelo y en paredes.
Son manchas que persisten y afectan vagamente
las formas desaparecidas,
y me quedan igual que cicatrices
regadas por el cuerpo.

Todo esto es muy raro. Cae la noche
y yo empiezo a sentir no sé qué miedo:
miedo de este silencio, de esta calma,
de estos papeles viejos que la brisa
remueve vanamente en el jardín.

Otro día ha pasado y nadie se me acerca.
Me siento ya una casa enferma,
una casa leprosa.
Es necesario que alguien venga
a recoger los mangos que se caen
en el patio y se pierden
sin que nadie les tiente la dulzura.
Es necesario que alguien venga
a cerrar la ventana
del comedor, que se ha quedado abierta,
y anoche entraron los murciélagos...
Es necesario que alguien venga
a ordenar, a gritar, a cualquier cosa.

¡Con tanta gente que ha vivido en mí,
y que de pronto se me vayan todos!
Comprenderán que tengo que decir
palabras insensatas.
Es algo que no entiendo todavía,
como no entiende nadie una injusticia
que, más que de los hombres,
fuera injusticia del destino.

Que pase una la vida
guareciendo los sueños de esos hombres,
prestándoles calor, aliento, abrigo;
que sea una la piedra de fundar
posteridad, familia,
y de verla crecer y levantarla,
y ser al mismo tiempo
cimiento, pedestal, arca de alianza...
Y luego no ser más
que un cascarón vacío que se deja,
una ropa sin cuerpo que se cae.

No he de caerme, no, que yo soy fuerte.
En vano me embistieron los ciclones
y me ha roído el tiempo hueso y carne,
y la humedad me ha abierto úlceras verdes.
Con un poco de cal yo me compongo:
con un poco de cal y de ternura...

De eso mismo sería,
de mis adoleceres y remedios,
de lo que hablaba mi señor la tarde
última con aquellos otros
que me medían muros, huerto, patio
y hasta el solar de paz en que me siento.

Y sin embargo, mal sabor de boca
me dejaron los hombres medidores,
y la mujer que vino luego
poniendo precio a mi cancela;
a ella le hubiera preguntado
cuánto valían sus riñones y su lengua.

No han vuelto más, pero tampoco
ha vuelto nadie. El polvo
me empaña los cristales
y no me deja ver si alguien se acerca.
El polvo es malo... Bien hacían
las mujeres que conocí
en aborrecerlo...
Allá lejos
la familiar campana de la iglesia
aún me hace compañía,
y en este mediodía, sin relojes, sin tiempo,
acaban de sonar lentamente las tres...

Las tres era la hora en que la madre
se sentaba a coser con las muchachas
y pasaban refrescos en bandejas; la hora
del rosicler de las sandías,
escarchado de azúcar y de nieve,
y del sueño cosido a los holanes...

Las tres era la hora en que...
¡La puerta!
¡La puerta que ha crujido abajo!
¡La están abriendo, sí!... La abrieron ya.
Pisadas en tropel avanzan, suben...
¡Ellos han vuelto al fin! Yo lo sabía;
yo no he dejado un día de esperarlos...
¡Ay frutas que granan en mis frutales!
¡Ay campana que suenas otra vez
la hora de mi dicha!
La hora de mi dicha no ha durado
una hora siquiera.

Ellos vinieron, sí... Ayer vinieron.
Pero se fueron pronto.
Buscaban algo que no hallaron.
¿Y qué se puede hallar en una casa
vacía sino el ansia de no serlo
más tiempo? ¿Y qué perdían
ellos en mí que no fuera yo misma?
Pero teniéndome, seguían buscando...

Después, la más pequeña fue al jardín
y me arrancó el rosal de enredadera;
se lo llevó con ella no sé adónde.
Mi dueño antes de irse,
volvióse en el umbral para mirarme,
y me miró pausada, largamente,
como los hombres miran a sus muertos,
a través de un cristal inexorable...

Pero no había entre él y yo
cristal alguno ni yo estaba muerta,
sino gozosa de sentir su aliento,
el aprendido musgo de su mano.
Y no entendía, porque me miraba
con pañuelos de adioses contenidos,
con anticipaciones de gusanos,
con ojos de remordimiento.

Se fueron ya. Tal vez vuelvan mañana.
Y tal vez a quedarse, como antes...
Si la ausencia va en serio, si no vienen
hasta mucho más tarde,
se me va a hacer muy largo este verano,
muy largo con la lluvia y los mosquitos
y el aguafuerte de sus días ácidos.
Pero por mucho que demoren,
para diciembre al fin regresarán,
porque la Nochebuena se pasa siempre en casa.

El que nació sin casa ha hecho que nosotras,
las buenas casas de la tierra,
tengamos nuestra noche de gloria en esa noche;
la noche suya es, pues, la noche nuestra:
nocturno de belenes y alfajores,
villancico de anémonas,
cantar de la inocencia
recuperada...

De esperarla se alegra el corazón,
y de esperar en ella lo que espera.
De Nochebuenas creo
que podría ensartarme yo un rosario
como el de las abuelas
reunidas al amor de mis veladas,
y como ellas, repasar sus cuentas
en estos días tristes,
empezando por la primera
en que jugaron los recién casados,
que estrenaban el hueco de mis alas
a ser padres de todos los chiquillos
de los alrededores...
¡Qué fiesta de patines y de aros,
de pelotas azules y muñecas
en cajas de cartón!
¡Y qué luz en las caras mal lavadas
de los chiquillos,
y en la de Él y la de Ella, adivinando,
olfateando por el aire el suyo!

Cuenta por cuenta, llegaría
sin darme cuenta a la del año
1910, que fue muy triste,
porque sobraban los juguetes
y nos faltaba la pequeña...
Así mismo: al revés de tantas veces,
en que son los juguetes los que faltan;
aunque en verdad los niños nunca sobren...

¡Pero vinieron otros niños luego!
Y los niños crecieron y trajeron
más niños... Y la vida era así: un renuevo
de vidas, una noria de ilusiones.
Y yo era el círculo en que se movía,
el cauce de su cálido fluir,
la orilla cierta de sus aguas.

Yo era... Pero yo soy todavía.
En mi regazo caben siete hornadas
más de hombres, siete cosechas,
siete vendimias de sus inquietudes.
Yo no me canso. Ellos sí se cansan.
Yo soy toda a lo largo y a lo ancho.

Mi vida entera puede pasar por el rosario,
pues aunque ha sido ciertamente
una vida muy larga,
me fue dado vivirla sin premuras,
hacerla fina como un hilo de agua.

Y llegaría así a la Nochebuena
del año que pasó. No fue de las mejores.
Tal vez el vino
se derramó en la mesa. O el salero...
Tal vez esta tristeza, que pronto habría de ser
el único sabor de mi sal y mi vino,
ya estaba en cada uno sin saberlo,
como en vientre de nube el agua por caer.

Ahora la tristeza es sólo mía,
al modo de un amor
que no se comparte con nadie.
Si era lluvia, cayó sobre mis lomos;
si era nube, prendida está a mis huesos.
Y no es preciso repetirlo mucho:
por más que no conozca todavía
su nombre ni su rostro,
es la cosa más mía que he tenido
-yo que he tenido tanto-... La tristeza.

¿Y de qué hablaba aquí? Resbalo
en mis propios recuerdos... La memoria
empieza a diluirse en las cosas recientes;
y recental reacio a hierba nueva,
se me apega con gozo
a las sabrosas ubres del pasado.

Pero de todos modos,
he de decir en este alto
que hago en el camino de mi sangre,
que esto que estoy contando no es un cuento;
es una historia limpia, que es mi historia:
es una vida honrada que he vivido,
un estilo que el mundo va perdiendo.

A perder y a ganar hecho está el mundo,
y yo también cuando la vida quiera;
pero lo que yo he sido, gane o pierda,
es la piedra lanzada por el aire,
que la misma mano que la
lanzó no alcanza a detenerla,
y sola ha de cortar el aire hasta que caiga.

Lo que yo he sido está en el aire,
como vuelo de piedra, si no alcancé a paloma.
En el aire, que siendo nada,
es vida de los hombres; y también en la Epístola
que puede desposarlos ante Dios,
y me ofrece de espejo a la casada
por mi clausura de ciprés y nardo.

La Casa, soy la Casa.
Más que piedra y vallado,
más que sombra y que tierra,
más que techo y que muro,
porque soy todo eso, y soy con alma.
Decir tanto no pueden ni los hombres
flojos de cuerpo,
bien que imaginen ellos que el alma es patrimonio
particular de su heredad.
Será como ellos dicen; pero la mía es mía sola.
Y, sin embargo, pienso ahora
que ella tal vez me vino de ellos mismos,
por haberme y vivirme tanto tiempo,
o por estar yo siempre tan cerca de sus almas.
Tal vez yo tenga un alma por contagio.

Y entonces, digo yo: ¿Será posible
que no sientan los hombres el alma que me han dado?
¿Que no la reconozcan junto a ella,
que no vuelvan el rostro si los llama,
y siendo cosa suya les sea cosa ajena?

Amanecemos otra vez.
Un día nuevo, que será
igual que todos.
O no será, tal vez... La vida es siempre
puerta cerrada tercamente
a nuestra angustia.

Día nuevo. Hombres nuevos se me acercan.
La calle tiene olor de madrugada,
que es un olor antiguo de neblina,
y mujeres colando café por las ventanas;
un olor de humo fresco
que viene de cocinas y de fábricas.
Es un olor antiguo, y sin embargo,
se me ha hecho de pronto duro, ajeno.

Súbitamente se ha esparcido por mi jardín,
venida de no sé dónde,
una extraña y espesa
nube de hombres.
Y todos burbujean como hormigas,
y todos son como una sola mancha
sobre el trémulo verde...

¿Qué quieren esos hombres con sus torsos desnudos
y sus picas en alto?
El más joven ya viene a mí...
Alcanzo a ver sus ojos azules e inocentes,
que así, de lejos, se me han parecido
a los de nuestra Ana María,
ya tan lejanamente muerta...

Y no sé por qué vuelvo a recordarla ahora.
Bueno, será por esos ojos,
que me miran más cerca ya, más fijos...
Ojos de un hombre como los demás,
que, sin embargo, puede ser en cualquier instante
el instrumento del destino.
Está ya frente a mí.
Una canción le juega entre los labios;
con el brazo velludo
enjúgase el sudor de la frente. Suspira...
La mañana es tan dulce,
el mundo todo tan hermoso,
que quisiera decírselo a este hombre;
decirle que un minuto se volviera
a ver lo que no ve por estarme mirando.
Pero no, no me mira ya tampoco.
No mira nada, blande el hierro...
¡Ay los ojos!...

He dormido y despierto... O no despierto
y es todavía el sueño lacerante,
la angustia sin orillas y la muerte a pedazos.
He dormido y despiértome al revés,
del otro lado de la pesadilla,
donde la pesadilla es ya inmutable,
inconmovible realidad.

He dormido y despierto. ¿Quién despierta?
Me siento despegada de mí misma,
embebida por un
espejo cóncavo y monstruoso.
Me siento sin sentirme y sin saberme,
entrañas removidas, desgonzado esqueleto,
tundido el otro sueño que soñaba.

Algo hormiguea sobre mí,
algo me duele terriblemente,
y no sé dónde.
¿Qué buitres picotean mi cabeza?
¿De qué fiera el colmillo que me clavan?
¿Qué pez luna se hunde en mi costado?

¡Ahora es que trago la verdad de golpe!
¡Son los hombres, los hombres,
los que me hieren con sus armas!
Los hombres de quienes fui madre
sin ley de sangre, esposa sin hartura
de carne, hermana sin hermanos,
hija sin rebeldía.

Los hombres son y sólo ellos,
los de mejor arcilla que la mía,
cuya codicia pudo más
que la necesidad de retenerme.
Y fui vendida al fin,
porque llegué a valer tanto en sus cuentas,
que no valía nada en su ternura...
Y si no valgo en ella, nada valgo...
Y es hora de morir.

(1958)

No te detengas nunca... (Pedro Salinas)


No te detengas nunca
cuando quieras buscarme.
Si ves muros de agua,
anchos fosos de aire,
setos de piedra o tiempo,
guardia de voces, pasa.
Te espero con un ser
que no espera a los otros:
en donde yo te espero
sólo tú cabes. Nadie
puede encontrarse
allí conmigo sino
el cuerpo que te lleva,
como un milagro, en vilo.
Intacto, inajenable,
un gran espacio blanco,
azul, en mí, no acepta
más que los vuelos tuyos,
los pasos de tus pies;
no se verán en él
otras huellas jamás.
Si alguna vez me miras
como preso encerrado,
detrás de puertas,
entre cosas ajenas,
piensa en las torres altas,
en las trémulas cimas
del árbol, arraigado.
las almas de las piedras
que abajo están sirviendo
aguardan en la punta
última de la torre.
Y ellos, pájaros, nubes,
no se engañan: dejando
que por abajo pisen
los hombres y los días,
se van arriba,
a la cima del árbol
al tope de la torre,
seguros de que allí,
en las fronteras últimas
de su ser terrenal
es donde se consuman
los amores alegres,
las solitarias citas
de la carne y las alas.

miercuri, 8 septembrie 2010

Sobre una cama helada (Raquel Lanseros)


No es invisible el modo
en que ya no te busco,
ni esta manera nueva, sin fe ni mediodía
de llovernos despacio, como gotas de hielo
de no ceder un palmo en medio del tornado.

El olvido es azul. Nunca termina
de convertirse a golpes en sí mismo.
Se mide por ausencias y papeles en blanco.

Tras su paso, el silencio
deja detrás de sí un paisaje de ruinas,
una patria deshecha e inmolada
a los grises fantasmas de la pérdida.

El ánimo rojizo de las uvas maduras
se apodera despacio de la tierra.

Te quise. Me quisiste. Nos quisimos.
Qué fácil es decirlo cuando no queda nada,
cuando ya ni siquiera recordamos
el tacto de los sueños.

Ahora que la memoria se bate en retirada,
vencida y silenciosa
como un niño sin sábado,
lo único perceptible frente a nosotros mismos
es lo que ya no existe.

marți, 7 septembrie 2010

También se aleja mi compañía (Salvatore Quasimodo)


También se aleja mi compañía,
mujeres de ghetto, juglares de taberna,
entre los que pasé tanto tiempo,
y está muerta la joven
de ardiente rostro perenne
untado de aceite de la masa ácima
y oscura carne de hebrea.

Tal vez haya cambiado también mi tristeza,
como si yo fuese no mío,
por mí mismo olvidado.

luni, 6 septembrie 2010

El llanto fracasado (Jaime Sabines)


Roto, casi ciego, rabioso, aniquilado,
hueco como un tambor al que golpea la vida,
sin nadie pero solo,
respondiendo las mismas palabras para las mismas
cosas siempre,
muriendo absurdamente, llorando como niña, asqueado.
He aquí éste que queda, el que me queda todavía.
Háblenle de esperanza,
díganle lo que saben ustedes, lo que ignoran,
una palabra de alegría, otra de amor, que sueñe.

Todos los animales sobre la tierra duermen.
Sólo el hombre no duerme.
¿Han visto ustedes un gesto de ternura en el rostro de
un loco dormido?
¿Han visto un perro soñando con gaviotas?
¿Qué han visto?

Nadie sino el hombre pudo inventar el suicidio.
Las piedras mueren de muerte natural.
El agua no muere.
Sólo el hombre pudo inventar para el día la noche,
el hambre para el pan,
las rosas para la poesía.

Mortalmente triste sólo he visto a un gato, un día,
agonizando.
Yo no tengo la culpa de mis manos: es ella.
Pero no fue escrito:
Te faltará una mujer para cada día de amor.

Andarás, te dijeron, de un sitio a otro de la muerte
buscándote.
La vida no es fácil.
Es más fácil llorar, arrepentirse.

En Dios descansa el hombre.
Pero mi corazón no descansa,
no descansa mi muerte,
el día y la noche no descansan.

Diariamente se levantan los montes, el cielo se ilumina
el mar sube hacia el mar
los árboles llegan hasta los pájaros.
Sólo yo no me alumbro, no me levanto.

Háblenle de tragedias a un pescado.
A mí no me hagan caso.
Yo me río de ustedes que piensan que soy triste
como si la soledad o mi zapato
me apretaran el alma.

La yugular es la vena de la mujer.
Allí recibe al hombre.
Las mujeres se abren bajo el peso del hombre
como el mar bajo un muerto,
lo sepultan, lo envuelven,
lo incrustan en ovarios interminables,
lo hacen hijos e hijos…
Ellas quedan de pie,
paren de pie, esperando.

No me digan ustedes en dónde están mis ojos,
pregunten hacia dónde va mi corazón.

Les dejaré una cosa el día último,
la cosa más inútil y más amada de mí mismo,
la que soy yo y se mueve, inmóvil para entonces,
rota definitivamente.
Pero les dejaré también una palabra,
la que no he dicho aquí, inútil, amada.

Ahora vuelve el sol a dejarnos.
La tarde se cansa, descansa sobre el suelo, envejece.
Trenes distantes, voces, hasta campanas suenan.
Nada ha pasado.

vineri, 21 mai 2010

Europa republicana y estoica (Miguel Veyrat)


Horizonte fluvial por la Vía Láctea remontando los ríos de Europa
de la mano de León Felipe, junto a Jacques Darras y César Vallejo.
(Con fuoco-parlé-marché)

ESPAÑA mira de nuevo hacia arriba por el pozo viscoso de la historia
Allá en el disco apagado de la noche una voz una estrella al fin nos llama
Rotas las harcas blancas dispersos los clanes rojos
Esta vez ya pierden todos
Caballero el que se esconde y el que huye
Jugadores de Ventaja y el tramposo
El garitero y el matón
Obispos buhoneros volved las baratijas a su sitio los ídolos al polvo
Y la esperanza al mar
Ríos impasibles bajan llamando a juntarse
En un estuario de romance y germanía
Tu palabra proscrita suena ahora
En húngaro celta caló lituano o vallecano sajón
Aventando sus acentos por si queda luegoluego
Tensa lengua virgen que cruzara el río por fablar lengua del otro
Y abrir caminos nuevos sin más oficio que romera
Romera sin otro nombre ni pueblo alguno
Mas ¿Por dónde remontar tanta corriente de la historia y geografía
León Felipe? No bajan los ríos hasta España con renuevos
Los Pirineos los detienen los desvían y se quedan en Europa
Y si alguno brota en la vertiente
Equivocada se marcha para arriba el Bidasoa podría
Encolar de nuevo a la Galia y Sepharad pero es de Euzkadi
Que después de inventar el castellano para ensanchar más Españas
En la alfombra mágica del mar fundando Chile
Y los jesuítas dar vueltas y más vueltas al mundo en la cáscara de nuez
De la nada descubrir océanos presidir la Cocacola de la nada
Guerreros y pastores curas y arrantzales de universos
Los mandarines nacionales encerraron de nuevo a la aldea en caserío
Y al éste y el aquél
Y al país en un corral rama dorada reinjertada en Nemi Arbola Gernikako
¿Cómo haremos para hablar en europeo?
En España los ríos también son horizontales
Como el tiempo lamen las quebradas y se van a navegar a Portugal
O a besar Mediterráneos cuando no deslíen mansos hacia el sur
Buscando ayuso el viento del estrecho que aún habla algarabía con desmayo
¿Cómo haremos? En la celda en lo sólido también
Se acurrucan los rincones y no tenemos Rines Dwinas
Volgas que crucen las fronteras como lenguas ni Escaldas Danubios
Loiras que surcan cada día el pecho del poeta Jacques Darras
Ni Ródanos ni Tíberes
Benditos porque aquí tan sólo un Ebro macho divide países
Enteros secretamente internos
Y el Douro con el Tajo se nos ríen
Ocultos trasosmontes al hacerse navegables
¿Cómo cómo iremos de Gibraltar a Inglaterra
La vieja raposa avarienta?¿Cómo adorar los Flandes sin degollar primero
A los Carlos Albas y Felipes?
¿Cómo la dulce Francia Alemania fiera
Y la suave Italia vendrán sin encontrarse con Españas montaraces?
¿Cómo cuándo encantará Sigfrido a Margarita de Navarra?
¿Cómo Juan Boccacio posará para Velázquez?
¿Durero retratando al Arcipreste? ¿Festejará Ausiás March
A la papisa Juana? ¡Goya pintará con brío las fazañas de Mijail Viteazul!
¡Arroyo iluminaría la Purísima y Murillo la cabeza de Lutero!
¡Munch los Comuneros de Castilla y Ribera los canutos de Lyon!
Cabezón ya va instruyendo a Bach en el arte de la fuga
Freud y Jung analizan a Unamuno Azaña y a Carrillo
Mientras Nazim Hikmet le compone una ordalía a Juan de Austria
Y Virgilio susurra a Góngora inspirar directamente a Mallarmé
En luminoso rodar de dados por mente y geografía
¡Nos haremos juntos catedral de bruma al sol de las Españas!
Evaporen nuestros sesos nubes rojas gris acero velazqueñas
Y así naveguen para llover torrenciales
Dando voces a los gritos que ensanchan las vocales y ejecutan consonantes
Destrozando la garganta de capitanes y frailes
Llueven vivamente Ignacio Domingo e Isidoro se juntan en arroyos
Con el charco de los Borja —por la puerta falsa gotean Vives y Espinoza
Teresa Ben Arabi el de Tudela y algunos Traductores de Toledo
Peregrinan a Iria Flavia por ver a Prisciliano durmiendo en la tumba
De Santiago antes de reunirse en congreso en La Sorbona
Con Servet Cajal Ha-Levi Lulio
Abentofail Juan de Yepes y el quieto De Molinos
¡Ah que nacen nuevos ríos por Europa de tanta torrentera
Que les llega desde España por las nubes!
Los poetas dejan de sonar bandurria y
Masturbarse de espaldas a la Meca
Soñar no cuesta
Nada y has venido tú a mirarte la cara
En las lágrimas que caminan hasta el mar por el río y la tormenta
En la gran luna deste espejo falso
Sin límite alguno ¿Quién me puso centinelas en las nubes?
¡Traidor meteco!
¿Quién dijo que en España los reyes siempre fueron extranjeros?
¿Cortés a la Malinche? ¿Viriato a don Pelagio?
Si hasta los borbones ya nos hablan catalán
Pero también de América el oro se anduvo —Quién hace tanta bulla
Y ni deja afuera a recriar por el Norte nuevos reyes financieros
A testar las islas que van quedando en el cadáver lleno de mundo
De Pedro Rojas abrazado al dulce César—Que no se preocupe
Vuarcé que nos comportaremos
En la Europa lo único que sabíamos hacer con gallardía
Envidiar Mentir Matar ya se nos va olvidando
Ahora sólo trabajamos por encargo
Poetas caminad conociendo —Por cierto
¿Qué qué le quisieron qué le vieron al italiano Garcilaso
José Antonio Primo de Rivera y el propio Alberti y sus muchachos?
¿Algún resabio totalitario? ¡No es posible!
Sabed que no hay Misterio ni Babel del Santo Oficio bajo la Luna Nuestra
Que tanto valen Benito Fraga Adolfo Stalin
Como Franco Aznar o Ratzinger Torquemada bailando sobre muertos
La farsa de Luis Napoleón por Brumario dieciocho vestido de rapero
Empecemos de nuevo
¡A entenderse!
Vamos a contar mentiras
¡Construyamos la Santa Transición!
¿Y la Segunda y otra y una más y otra y otra
Nueva reluciente hasta lograr la más perfecta Involución?:
Y la península párase por la espalda abozaleada impertérrita
En la línea mortal del equilibrio
España mira de nuevo a la larga vomitona de su historia
Mas si uno en cada uno —y los que vengan de fuera
Penetramos despacito por la lengua en cada otro
El único misterio será de qué modo estar ya juntos
Calentitos al sol de las conciencias
¿Amor se llama a ésto?
¿Recompuestos los campos rojos dispersas las harcas blancas
Acordado el fiero turco
Caerán las fuentes finalmente por el Sur?
¡Ah romper el nudo de las sectas y las lenguas desatrancando
El pozo la Historia! ¡Liberar Babelia por la nueva Roma
Republicana y estoica! Traducir el nombre de Europa a tantas mentes
Como gargantas gritar puedan un día
Diurno claro atento y fértil: ¿Aguedita Nativa Miguel?
Llamo busco tanteo en la oscuridad no me vayan a haber dejado solo
Y el único recluso sea yo: Di mamá?

Este poema de Miguel Veyrat forma parte de su libro Babel bajo la Luna, Calima Ediciones, Palma de Mallorca, 2006 págs. 164-168

Un poema censurado: Europa republicana y estoica

Miguel Veyrat


El Institut der Regionen Europas (IRE), con sede en Salzburgo, ha cancelado la lectura del poema de Miguel Veyrat "Europa republicana y estoica" que debía leer el actor Carlos Hipólito, el 9 de mayo en el Círculo de Bellas Artes de Madrid, para conmemorar el día de Europa, argumentando que “algunos fragmentos del texto no fomentan el diálogo ni la comprensión entre razas y clases”.

Veyrat ha respondido a este acto de censura lamentando la “falta de capacidad para entender el sentido metafórico y simbólico de la poesía” del IRE y de sus dirigentes, y negando rotundamente que su poema “no fomente el diálogo entre razas y clases”.

Argumenta Veyrat que “es muy probable que el texto sea excesivamente de izquierdas para su sensibilidad, y haga hincapié en las contradicciones y llagas colectivas tanto de España como del resto de Europa, cuyo proyecto sostengo y amo desde mi adolescencia, habiendo trabajado activamente en él”. Para Veyrat, el acto resulta más grave todavía porque el IRE y la actual Presidencia austríaca de la U. E., organizadores del acto, encargaron al Pen Club Internacional la selección internacional de los escritores, y el PEN tiene entre sus funciones y estatutos la defensa de la libertad de expresión en todo el mundo. "Que este caso de censura tenga lugar en Europa y en nombre de Europa, lo agrava más todavía", señala. Sin embargo, el presidente del PEN Internacional Jiri Grusa, que desconocía los hechos, ha dado posteriormente sus excusas al poeta, lamentado el incidente e invitando a Miguel Veyrat a leer su poema en la sede del Club en Viena en fecha próxima.

En la carta del IRE a Veyrat, firmada por el Dr. Franz Schausberger, se dice primero que el Instituto promueve el proyecto Cafe d’Europe el 9 de Mayo porque “los cafés son lugares para la comunicación y el intercambio literario” y “el IRE quiere utilizar la atmósfera de los cafés para promover el dialogo abierto con la gente, especialmente los jóvenes, artistas y escritores para hablar sobre Europa”.

Con este motivo, el Institute of the Regions of Europe había seleccionado a 27 autores, entre ellos Vaclav Havel, Edna O’Brien o Timothy Garton-Ash, para escribir sus historias sobre Europa y leerlas en los cafés de más prestigio literario de sus capitales. Para España se había seleccionado al escritor Miguel Veyrat y el actor Carlos Hipólito debía leer, el 9 de mayo en el Círculo de Bellas Artes de Madrid, este poema.

Tomado de www.sinpermiso.info, 14 mayo 2006

Ilustración: El rapto de Europa, de Luca Giordano.

joi, 6 mai 2010

Años (Sylvia Plath)


Los años entran como animales del espacio
Exterior del acebo donde las espinas
No son los pensamientos que yo activo, como un yogui,
Sino el verdor, la oscuridad tan pura
Que ellos hielan y son.

Oh, Dios, yo no soy tú
En tu vacua negrura
Perforada de estrellas: brillante y estúpido confeti.
La eternidad me aburre,
Jamás la deseé.

Lo que me gusta es
El pistón funcionando:
Mi alma desfallece ante él.

Y los cascos de los caballos,
Su despiadado batir.

En cambio tú, gran Estasis...
¿Qué hay de grande en eso?
¿Es un tigre este año, este rugido en la puerta?
¿O es un Cristo,
Con su espantosa

Pizca de Dios en él,
Muriéndose por volar y acabar con eso?
Los coralillos son siempre ellos mismos, en su quietud.
Los cascos, en cambio, jamás lo conseguirán.
En la infinidad azul, sisean los pistones.

16 de noviembre de 1962

miercuri, 5 mai 2010

Hay besos... (Gabriela Mistral)


Hay besos que pronuncian por si solos
la sentencia de amor condenatoria,
hay besos que se dan con la mirada
hay besos que se dan con la memoria.

Hay besos silenciosos, besos nobles
hay besos enigmáticos, sinceros
hay besos que se dan solo las almas
hay besos por prohibidos, verdaderos.

Hay besos que calcinan y que hieren,
hay besos que arrebatan los sentidos,
hay besos misteriosos que han dejado
mil sueños errantes y perdidos.

Hay besos problemáticos que encierran
una clave que nadie ha descifrado,
hay besos que engendran la tragedia
cuántas rosas en broche han deshojado.

Hay besos perfumados, besos tibios
que palpitan en íntimos anhelos,
hay besos que en los labios dejan huellas
como un campo de sol entre dos hielos.

Hay besos que parecen azucenas
por sublimes, ingenuos y por puros,
hay besos traicioneros y cobardes,
hay besos maldecidos y perjuros.

Judas besa a Jesús y deja impresa
en su rostro de Dios, la felonía,
mientras la Magdalena con sus besos
fortifica piadosa su agonía.

Desde entonces en los besos palpita
el amor, la traición y los dolores,
en las bocas humanas se parecen
a la brisa que juega con las flores.

Hay besos que producen desvaríos
de amorosa pasión ardiente y loca,
tu los conoces bien, son besos mios
inventados por mi, para tu boca.

Besos de llama que en rastro impreso
llevan los surcos de un amor vedado,
besos de tempestad, salvajes besos
que solo nuestros labios han probado.

Te acuerdas del primero...? indefinible;
cubrió tu faz de cardenos sonrojos
y en los espasmos de emoción terrible,
llenáronse de lágrimas tus ojos.

Te acuerdas que una tarde en loco exceso
te vi celoso imaginando agravios.
te suspendí en mis brazos... vibró un beso,
y qué viste después...? Sangre en mis labios.

Yo te enseñé a besar: los besos frios
son de impasible corazón de roca,
yo te enseñé a besar con besos mios
inventados por mi, para tu boca.

vineri, 23 aprilie 2010

Del abismo (Clara Janés)


Tú me despiertas, abres mi boca con tus palabras: la sed. Y todo se borra excepto la distancia. Aúllo como al alba ese lebrel que intuye que el sol se yergue pero deja en la zanja a la luna amordazada.

duminică, 18 aprilie 2010

Te hablo (Alejandra Pizarnik)



A H.M.

estoy con pavura.
hame sobrevenido lo que más temía.
no estoy en dificultad:
estoy en no poder más.

No abandoné el vacío y el desierto.
vivo en peligro.

tu canto no me ayuda.
caca vez más tenazas,
más miedos,
más sombras negras.

duminică, 11 aprilie 2010

sâmbătă, 3 aprilie 2010

Es fría la luz (Blanca Varela)


Es fría la luz de la memoria
lo apenas entrevisto brilla con insistencia
gira buscando el casco de botella
o el charco de lluvia

tras cualquier puerta que se abre
está la luna
tan grande y plana
tan fuera de lugar
como si de un cuadro se tratara
óleo sobre papel
endurecido por el tiempo

así cayeron en la mente
formas y colores
casualidades
azar que anuda sombras
vuelcos en la negra marmita
donde a borbotones
se cuecen gozo y espanto

crece el yeso de un cielo
mil veces lastimado
mil veces blanqueado
se borra el mundo y se vuelve a escribir
hasta el último aliento

sólo esto
eternidad aparente
mísera astilla de luz en la entraña
del animal
que apenas estuvo

miercuri, 31 martie 2010

Naufragio (Dulce María Loynaz)


Ay qué nadar de alma es este mar!
¡Qué bracear de náufrago y qué hundirse
y hacerse a flote y otra vez hundirse!
¡Ay qué mar sin riberas ni horizonte,
ni barco que esperar! Y qué agarrarse
a esta blanda tiniebla, a este vacío
que da vueltas y vueltas... A esta agua
negra que se resbala entre los dedos...
¡Qué tragar sal y muerte en esta ausencia
infinita de ti!

joi, 11 februarie 2010

Agresiones (Maruja Vieira)


Defenderé tu rostro
y tu nombre
de los años que se amontonan
como piedras rotas.

Defenderé tu voz,
tus palabras,
de estos largos silencios
que pesan
sobre mis labios.

Defenderé tu luz
de esta sombra!

miercuri, 10 februarie 2010

Algo en mi sangre espera todavía...


Algo en mi sangre espera todavía.
Algo en mi sangre en que tu voz aún suena.
Pero no. Inútilmente yo te llamo.
Aquella voz que te llamaba es ésta.

Ven hacia mí. Mis brazos crecen, huyen
donde los tuyos la mañana aquella.

Ven hacia mí. La tierra toda oscila,
se mueve, cruje. Vístete. Despierta.

Oh, qué encendida el alma
en su secreto puro, si vinieras.
Sin esperanza, entre la luz del día,
mi voz te llama.
El eco. La respuesta.

duminică, 7 februarie 2010

Delitos (Juan Gelman)


El cuello femenino tiene
una entrada sin salida
donde se mide la tierra.
Mueve el dónde, el cómo, el qué
de recuerdos que copia el aliento.
¿Está el cielo imperfecto ahí?
¿Estás ahí, amor, cerca?
¿Y qué es lo real cuando
el significado del dolor
es un dolor más? Cuerpo ciego
del mundo, oh mundo, que
mezcla sueños
tirados en la calle donde
sentir es un delito cuando
pasa la noche sin
nosotros dos.

vineri, 5 februarie 2010

La siesta de Epicuro (Aurora Luque)


Ojalá que los dioses
me abandonaran. Todos.
Despertarme, de pronto,
desprovista de mapas,
limpia de certidumbres
añosas, despojada
de falacias y fábulas,
desnuda de pronombres
y atuendos de palabras
-sobre todo.

--------------- Ojalá
que los dioses, corteses,
todos me abandonaran.

joi, 4 februarie 2010

Última gracia (Ángel González)


Acaso
ese golpe final
-yo ya caído-
no fue otro acto de crueldad,
sino una prueba
de la piedad que decían no tenerme.

Ya no (Idea Vilariño)

Ya no será
ya no
no viviremos juntos
no criaré a tu hijo
no coseré tu ropa
no te tendré de noche
no te besaré al irme
nunca sabrás quien fui
por qué me amaron otros.
No llegaré a saber
por qué ni cómo nunca
ni si era de verdad
lo que dijiste que era
ni quién fuiste
ni qué fui para ti
ni cómo hubiera sido
vivir juntos
querernos esperarnos estar.
Ya no soy más que yo
para siempre y tú
ya
no serás para mí
más que tú. Ya no estás
en un día futuro
no sabré dónde vives
con quién
ni si te acuerdas.
No me abrazarás nunca
como esa noche
nunca.
No volveré a tocarte.
No te veré morir.

sâmbătă, 30 ianuarie 2010

La sed insaciable (José Ángel Buesa)


Decir adiós... La vida es eso.
Y yo te digo adiós, y sigo...
Volver a amar es el castigo
de los que amaron con exceso.

Amar y amar toda la vida,
y arder en esa llama.
Y no saber por qué se ama...
Y no saber por qué se olvida...

Coger las rosas una a una,
beber un vino y otro vino,
y andar y andar por un camino
que no conduce a parte alguna.

Buscar la luz que se eterniza,
la clara lumbre durarera,
y al fin saber que en una hoguera
lo que más dura es la ceniza.

Sentir más sed en cada fuente
y ver más sombra en cada abismo,
en este amor que es siempre el mismo,
pero que siempre es diferente.

Porque en sordo desacuerdo
de lo soñado y lo vivido,
siempre, del fondo del olvido,
nace la muerte de un recuerdo.

Y en esta angustia que no cesa,
que toca el alma y no la toca,
besar la sombra de otra boca
en cada boca que se besa...

luni, 25 ianuarie 2010

Tú, que hieres (Blas de Otero)

Arrebatadamente te persigo.
Arrebatadamente, desgarrando
mi soledad mortal, te voy llamando
a golpes de silencio. Ven, te digo

como un muerto furioso. Ven. Conmigo
has de morir. Contigo estoy creando
mi eternidad. (De qué. De quién). De cuando
arrebatadamente esté contigo.

Y sigo, muerto, en pie. Pero te llamo
a golpes de agonía. Ven. No quieres.
Y sigo, muerto, en pie. Pero te amo

a besos de ansiedad y de agonía.
No quieres. Tú, que vives. Tú, que hieres
arrebatadamente el ansia mía.