joi, 9 ianuarie 2014

Memorias de la memoria (Octavio Fernández Zotes)

Algo en el ámbito turbaba los semblantes.
Eran tiempos de juegos de nieves y carámbanos; era el frío en abstracto sobre el año cuarenta.
Sonaban nombres de hombres cesados y borrados del catálogo.
Unas fechas confusas en que todo se oía en voz baja y nada se sabía a ciencia cierta. Eran tiempos de puertas selladas, palabras a media asta.
Sólo el llanto entrecortado de mujeres arrugadas rasgaba los sigilos.
Cual si todo fuese nada, el mutismo. Como si fuera todo un juego presidido por el miedo y el silencio.
Nos contaron que era santo y que aquello nos salvaba, como si fuera fácil, como si fuera un cuento de hadas bendiciendo nuestras almas.
Prietas las filas, recias, marciales, cantábamos marchas aguerridas a la puerta de la escuela.
No era nada, nos decían, eran recreos convenientes para que los niños jugasen a batallas.
Ocultaban que las cosas eran otras, eran serias… Éramos niños jugando a un escondite de mentiras o de verdades a medias.
Era un juego de frío entre tinieblas. Era enero. Era un páramo en la tierra y en el alma.
Sabañones en las manos y vacías las senaras mal sembradas de una mente que asomaba.

En las horas diáfanas
ayudábamos al abuelo en las labores de los árboles del huerto, y era un juego.
Eran juegos los arados y los trillos y mulas en la cuadra.
Cacareo de gallinas y los gruñidos del cerdo, eran fiestas. El tocino frío que sobró de mediodía nos servía de merienda

Aprendimos a leer a la sombra de candiles, como en un juego de aceite. Un juego de luces y de sombras vacilantes.
Aprendimos de memoria el catecismo y era un juego de palabras.
Paseábamos un hambre racionable, como juego peligroso, admisible, administrable..
(Estaban racionadas las ideas, los garbanzos…).

En el año cuarenta y… la muerte vino a vernos con nocturna alevosía.
El fonema mamá se borró del silabario.
Se apagaron las luces en todos los candiles.
El fuego del hogar se hizo pajizo. Era el día más frío del invierno.

Y ya todo fue un trapo negro en la solapa y una lluvia de luto en el cerebro.
La soledad se hizo crónica y plomiza y dejo tinta el alma, empecinada.

Hoy quisiera jugar al juego del olvido, mas he olvidado dónde el olvido habita.

(Yo estaba allí y es por eso
que reniego de de los cuentos que me cuentan o de historias amañadas)

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